La llegada de Pompón
Pompón es un Spitz Alemán que hemos regalado a nuestra hija de 8 años.
Tenemos 14 perros. Todos ellos trabajan (Mastinas de guarda, perros de carea y perros detectores de sustancias tóxicas en el medio natural). Algunos de los perros están jubilados y viven en casa, pero no han dejado de tener sus condicionamientos como perros de trabajo.
Los perros de trabajo, además de entrenamiento, requieren cierto trato congruente en el día a día. No podemos pedir disciplina de lunes a viernes y libertad absoluta los fines de semana (es una metáfora).
Por eso nos apetecían dos cosas: que nuestra hija tuviera su propio perro (con la responsabilidad que implica) y tener un verdadero perro de compañía al que poder mimar y tener a «capricho».
Y, dicho y hecho, Pompón ya está en casa. Es un cachorro de 9 meses adorable que sigue a mi hija a todas partes. Duerme en su cama, le damos comida de nuestro plato, viaja en el asiento de atrás del coche, jugamos con pelotas….etc, etc.
Es decir, con Pompón nos saltamos todas las pautas que se suelen dar para disfrutar de un perro equilibrado y bla, bla, bla….
Al final no hay que fiarse tanto de la ortodoxia y dejarse llevar más por la intuición. Ten en cuenta que cada perro es diferente y nuestros objetivos también cambian.
En este blog doy consejos sobre educación canina y otros temas, pero adáptalos a ti mismo, porque los mismos consejos que doy yo los adapto en mis perros. Por ejemplo: Pompón sigue a mi hija a todas partes (y solo lleva unos días en casa). Probablemente esto le genere ansiedad por separación (el perro ya se queda ladrando si le dejamos un ratito solo en una habitación). Pondremos algún remedio asumible (darle algún hueso o kong relleno para que se entretenga a solas un rato, sacarle algunos paseos sin que venga mi hija, darle de comer en un transportin…) Pero, desde luego, no le diremos a la niña que ignore al perro o lo sacaremos de su habitación para dormir. ¿Por qué?, pues porque es el perro de mi hija y queremos que disfruten juntos asumiendo que se cree cierta dependencia (por ambas partes probablemente).
Muchas veces somos arrogantes los adiestradores al decir a un cliente lo que está bien y lo que está mal. También pecamos de pedirle a la gente que haga cosas con sus perros que no encajan con la manera de ser de la persona ni con el objetivo para el que trajeron a casa el perro.
Un trabajo difícil ese de dar consejos.
Un Saludo.